Tinglado Film surge de la necesidad de producir trabajos independientes y con sentido ético: películas singulares y universales, historias intimistas y humanas que no buscan la bendición de las tendencias ni de la comercialización audiovisual actual.
Con el intento de desarrollar propuestas personales y de pensamiento, Tinglado Film trata de hacer camino entre los pocos espacios abiertos que existen en el mundo audiovisual, a la mirada libre y creativa, al cine de lo real. Un cine que observa y cuenta, una herramienta necesaria para la reflexión y la memoria.
David Baute nace en Garachico, al norte de Tenerife. Artesano audiovisual, estudió realización de programas audiovisuales, en el Instituto Oficial de Radio Televisión Española. Posteriormente en la Escuela Superior de Artes y Espectáculos de Madrid T.A.I., se especializa como editor de cine. Luego continuaría realizando estudios complementarios como el curso de Dirección Cinematográfica, en la Escuela Internacional de Cine de la Habana, Cuba.
Editor de profesión, trabaja para diferentes productoras cinematográficas, en las que realiza spot publicitarios, videoclip, documentales, ficción… Pero por deseo y vocación David Baute comienza a dirigir documentales, y es a este género al que se dedicará exclusivamente realizando o produciendo propuestas originales y reflexivas.
Sabemos que hay una gran parte de la realidad que no forma parte del álbum de fotos de familia: más aún, hay lugares en cada familia en los que nadie se atrevería a disparar una cámara, ni siquiera a empuñarla: por decoro, por vergüenza o por temor. Y sin embargo, una gran cantidad del documental contemporáneo aspira a transitar por esos corredores invisibles, en su empeño de abordar lo no poder verse allí donde lo visible alcanza su fin. En realidad, y aunque más prosaico, un territorio sin cine documental es un lugar desprovisto de su memoria: y gran parte de lo que la memoria cuenta es aquello que el documentalista tuvo la valentía de mirar aún a sabiendas de que introducía con ello la preservación de unos hechos en los territorios que el propio olvido deseaba conquistar. Por lo tanto, más que al álbum de fotos familiar el documental es el género que se dedica a poner luz, cierta luz, una luz honesta, verdadera y humilde, en aquello que no siempre se ve cuando miramos o en aquello que no miramos aunque lo debamos ver.
Tinglado Film lleva quince años iluminando con la luz del cine documental aquellos arcones y armarios donde las “familias” guardan y aspiran a olvidar sus secretos. Esas alacenas que van a parar a los sótanos, cuando no a las grutas, y donde no llega nunca un rayo de sol. La primera película de la productora es Los hijos de la nube (2000), y supone toda una declaración de intenciones: si se trata de mirar hacia donde la “familia española” no quiere, ningún oprobio histórico, ningún tabú más exigente que el del pueblo saharaui. Los hijos de la nube fue, a comienzos del siglo, una de las primeras revisiones de conjunto de un asunto sucio, completamente a margen del álbum familiar, y marca el inicio de los trabajos de Tinglado en un espacio valiente que no rehúye la incomodidad.
Nos engañaríamos, con todo, si pensáramos que este inicio ofrece todas las pistas sobre las búsquedas de Tinglado Film. La mirada de Tinglado y la de su fundador, David Baute, no pretende ser únicamente beligerante, no se eligen los temas con el propósito de denunciar: la búsqueda tiene que ver con otro valor que, aunque relacionado con la idea de dar luz, define mejor los propósitos de la productora. Se trata de mirar al mundo desde el mirador de la honestidad: mirar a las cosas a los ojos. Y cuando se mira al mundo de ese modo directo, sin miedo y sin temor, comienzan a aparecer los cajones secretos. No por voluntad de crítica: simplemente porque al abrir el lugar recóndito, al ofrecerle luz, esos protagonistas estaban ya allí, viviendo entre sus luces y sus sombras. ¿Acaso puede decirse otra cosa de Rosario Miranda? ¿Acaso su historia no era vox populi? ¿Acaso no se mostraba, cada tarde, en alguna de las curvas que suben hacia los altos de la Isla? Pero fue Tinglado quien se detuvo a escuchar, y el resultado de la escucha fue también una de las primeras ocasiones en que tuvimos la oportunidad de oír las razones y la ternura de la diferencia.
En 2002 Tinglado fue de las primeras productoras españolas en contar la transexualidad de modo directo, y desde una cercanía y un lenguaje que ya quisieran para sí muchas producciones posteriores. Luz, más luz, como pedía Goethe. Y lo mismo cabe decir del modo en que la productora se implicó, en 2004, en los primeros escarceos del cine documental con la recuperación de la memoria histórica.
O el modo en que Tinglado se ha enfrentado con uno de los temas más acuciantes de cuantos han ocupado la realidad histórica del archipiélago: la inmigración africana. Este tema, ya presente desde el inicio en cintas como Somos todos (2003), adquiere un rango de vanguardia en las producciones Canarias: crónica de un drama y Semillas que el mar arrastra, ambas de 2007. De un lado, en la primera se aborda el tema desde el lenguaje utilizado por los medios de comunicación para informar de la llegada de las pateras, y de otro, en la segunda —y en una experiencia inédita en Canarias hasta esa fecha— se cede la dirección de un documental sobre los niños que cruzan el Atlántico en busca de una vida mejor a un director africano, Samba Sarr, y además, se trabaja con los niños antes y después de hacer el viaje. Ambas son fórmulas inventivas y de avanzadilla en un país en el que la crítica de los medios es un tabú ominoso y en el que ceder la capacidad elocutoria al otro supone alinearse al margen de esa subjetividad hipertrofiada que campa por doquier en nuestro España.
También el tratamiento de los temas marca la trayectoria de Tinglado Film. En Ella(s) David Baute construye una película que mezclando la realidad y la ficción habla del maltrato machista, pero no a través de mujeres maltratadas, sino de mujeres en el proceso de reconquista de la vida.
Por otra parte, no debe pasar desapercibida la enorme influencia que Tinglado Film y David Baute han tenido en la fundación de un lenguaje cinematográfico de estirpe contemporánea en el ámbito del género documental y dentro del cine hecho en Canarias. Si antes, o en las inmediaciones, del año 2000 tenemos ya algún ejemplo de películas capaces de renovar el cine de realidad en las Islas —pensemos en la influencia de la obra del cubano Rolando Díaz con El largo viaje de Rústico (1993) o Si me comprendieras (2000)—, lo cierto es que es a partir de esa fecha cuando el cine documental canario se ofrece las herramientas expresivas que permiten la refundación del género a partir de estrategias de la ficción como la observación, el relato directo y la tensión dramática. Es a ese espacio al que Tinglado Film ofrece dos películas imprescindibles de las que ya hemos hablado, Los hijos de la nube y, sobre todo, Rosario Miranda que quizá sea una de las películas más decisivas e influyentes del nuevo cine hecho en las Islas. Y es en ese espacio en el que Tinglado Film lleva quince años haciendo acopio de luz.